miércoles, 15 de abril de 2009




Detonación
Nayra Izquierdo Reyes

Años 70, el sonido de estallidos, el resplandor del fuego y el olor a sangre invade Alemania. Bajo el rostro de tres personajes se desarrolla toda una trama socio-política, centrada en la lucha armada del grupo radical R.A.F (Rote Armee Fraktion), en contra del nuevo gobierno alemán y su respaldo al imperialismo americano.

El director Ulli Edel lleva a la pantalla la adaptación del libro "Der Baader Meinhof Komplex" de Stefan Aust, donde se recogen estos hechos, relatados por el ex-redactor jefe del periódico alemán "Der Spiegel".

El inicio de la historia se desarrolla, a partir de las vidas de las dos cabecillas del grupo terrorista: La periodista Ulrike Meinhof, una mujer de gran éxito, casada y con dos hijas, que tras el engaño de su marido, decide marcharse dejando atrás sus escritos; para dedicarse a los manifiestos del grupo, integrándose poco a poco en el entramado del mismo.
La otra cabecilla; Gudrun Ensslin, hija de un pastor de iglesia, con un hijo y un futuro marido, toma la decisión de abandonar toda su vida y dedicarse a luchar por "un mundo mejor", conociendo al que será el tercer personaje principal de la película: Andreas Baader, un rebelde sin causa, descontrolado y radical.
A partir de esta presentación de protagonistas, y de los hechos que detonan el nacimiento del grupo R.A.F (un atentado a el líder del partido socialista, y revueltas universitarias cargadas de una gran represalia policial) se desarrolla con un ritmo cada vez más rápido la historia, dejándose entrever, la degradación cada vez más acentuada de las ideas y actos de estos radicales, acabando con su encierro en prisión y lo que esto conlleva.

La trama se desarrolla entra la acción y el realismo, utilizando para ello recursos del documental. Destacando técnicamente; los insertos de escenas reales, tanto a nivel mundial (el asesinato de Kennedy o la guerra de Vietnam) como de los propios atentados terroristas. La combinación del uso de la cámara en mano, dando un mayor movimiento a la acción y a los personajes, con el uso de la iluminación natural provoca un matiz más real del ambiente de la época. Todo ello, provoca una mayor verosimilitud y una mejor contextualización de la película, dejando que el público se adentre y sitúe más fácilmente en la historia.

Y como no, por último, destacar la magnífica interpretación de los protagonistas, tanto principales como secundarios, que dan un grado bastante alto de frialdad y crueldad en la película, no dejando que el espectador se identifique con ellos, con unos terroristas.
Aún teniendo esta idea presente, no se puede negar que el espectador acabe sintiendo lástima, al ver y asistir, a la degradación, desesperación y la detonación final de los personajes, tanto física como psicológicamente, sintiendo el miedo que fluye en sus miradas al estar frente al fin y sin escapatoria, frente a la muerte y con ello, al entierro de sus ideales.

domingo, 5 de abril de 2009


Ciberespacios
Atteneri Galván Guanche

En una esfera cotidianamente virtual como la que inunda las relaciones sociales de un mundo cada vez más mediatizado, un sólo click será el responsable del azaroso converger de dos personajes al límite… un sólo click: Misántropo busca a misántropa. Materializados en Wilson y Vivian, lograrán trazar una red afectiva tangible -con Los Ángeles como telón de fondo- a través del canto desesperado de sus circunstancias. Una fórmula que podría resultar manida en cuanto a hilo argumental, un clásico “chico conoce a chica y viceversa”, que en este ejercicio fílmico cobra –al menos en la mayor parte de su metraje- una dimensión ajena a las etiquetas de simple comedia romántica independiente.

La comicidad deja paso a la desolación, la ironía colisiona en inquietud. Buscando un beso a medianoche (2008), logra evocar una atmósfera de inesperada espontaneidad en su transcurso. Inevitablemente puesta en relación con la brillante cinta de Linklater, Before Sunrise (1995), toma de ésta el vínculo que se establece entre unos personajes despojados de convencionalismos a la hora de arrojarse a una complicidad desmedida en un marco temporal limitado. Pero lo que en Linklater lograba constituirse como un círculo cerrado de perfecta coherencia y tono, en Buscando un beso de medianoche vemos cómo coexiste una trama bien estructurada junto a un desenlace de índole cuestionable cercano al folletín. No obstante, el carácter meritoriamente imprevisible de su núcleo -poseedor de una narración espontánea y elocuente, así como una bella fotografía en blanco y negro-, no se ve eclipsado completamente por las deficiencias que presenta. Casi una obra maestra si se pasa por alto un paso en falso que sin embargo, lejos de ser como aquellos misántropos del ciberespacio, no puede simplemente suprimirse a golpe de click.



Dolorosa felicidad
Virginia González Mesa

Esta película de la Alemana Doris Dörrie cuenta el sentido del amor, de la vida y de la muerte a través de dos culturas diferentes pero con un punto de unión: el Butoh, una danza que nace en Japón durante el movimiento hippie en este país y muy poco conocido incluso dentro de sus fronteras. Kazau Ono es el maestro del Butoh actualmente e intento mezclar danzas expresionistas alemanas con tipos de danzas japonesas. La directora utiliza esta danza para unir estas culturas a través del impecable papel de Hannelore Elsner (Trudi), una mujer madura, fuerte y provinciana que rechazó el amor a este arte en su juventud por casarse con Rudi (Elmar Wepper) un funcionario maniático que odia todo aquello que se salga de su rutina.
La película se divide claramente en dos tiempos bien diferenciados; el que pasan en Berlín visitando a dos de sus hijos, con un ritmo mucho más rápido que el que usará para narrar la segunda parte que se desarrolla en Tokio, mucho más lento, cauteloso, relajado y con un toque sensual… que nos recuerda a las películas japonesas de Kim- Ki – Duk pero que, viniendo de la mano de una alemana, se hace eterna.


Los cerezos en flor (2008) nos habla sobretodo del amor entre las personas y de lo efímero que éste es a través de una metáfora exquisita, el florecimiento primaveral de los cerezos en Japón, algo realmente bello que dura apenas unos días. Si no vas allí, si no aprovechas la oportunidad cuando se te ofrece, puede que no la vuelvas a tener nunca, al igual que sucede con el amor
La película posee una fotografía perfecta que te transporta de la butaca del cine a Japón y si vamos más allá se puede hasta oler los cerezos al ritmo de una música escogida de forma muy acertada. Un filme lleno de detalles y colorido pero falto del una temática consolidada, sobretodo en la relación entre los personajes que al final de éste deja al espectador lleno de dudas y buscando porqués.



Recordar el Compás
Nubia Alonso Segura

La guerra nunca ha consistido en una cuestión de heroicidad. Aquellos que sobreviven para contarlo llevan prendidas en el alma las atrocidades vividas y algún que otro secreto inconfesable, gracias al cual todavía respiran.
Los recuerdos no constituyen compartimentos estancos sino que forman parte de un complejo sistema de estructuras que componen nuestra mente. En lo más profundo de ésta, en el inconsciente, es donde se encuentran almacenados instintos y fantasías pero también es en este mismo pozo donde se arrojan las experiencias más desgarradoras, con la esperanza de no recobrarlas jamás.

Tras cuatro años de arduo trabajo, el director y guionista Ari Folman ha logrado llevar a la pantalla Vals con Bachir (2008), un documental animado basado en sus propias experiencias durante la guerra del Líbano como soldado del ejército israelí.
Luego de sus incursiones en el género con trabajos como Comfortably numb (1991) o The Material That Love is Made of, en esta ocasión encara el conflicto palestino-israelí desde una perspectiva formalmente novedosa combinando animación tradicional y Flash, un procedimiento de animación digital de vanguardia por el que sus creadores ni siquiera apostaban para tal fin.

Tanto la textura como la cadencia de las ilustraciones, le confieren un halo de ingenuidad que amortigua la crudeza de los hechos representados. Veinte años después de la matanza en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, Ari se percata de que no recuerda nada de lo acontecido y decide entrevistar a sus compañeros de entonces. Las vivencias narradas en primera persona se enriquecen con visiones oníricas que acunan a cada personaje en su reducto evasivo particular.
El mecanismo de defensa es activado en el mismo momento en que entran en combate pero, pese a los años de formación por causa del estado de excepción permanente, el adiestramiento intensivo y a las “encomendaciones ametralladora en mano” el sistema, por dinámico que sea, se colapsa. Porque no es posible encerrarse en un trastorno disociativo constante, mantenerse al margen contemplando la masacre sin más a través del visor de una cámara ficticia o desde el otro lado del cristal, a miles de kilómetros, en un mullido sillón. Tarde o temprano, la realidad golpea de improviso colmando de una luz siniestra el cielo de una noche tranquila en la que las bengalas, como estrellas fugaces, cayeron sobre la tierra para cumplir los deseos del otro.

Conviene, por tanto, recordar el compás por el que -muerto Bachir Gemayel, el presidente libanés electo-, el Ministro de Defensa Ariel Sharon comunicó a golpe de teléfono a su Primer Ministro Menahem Beguin y al General Amos Yaron, el comienzo de una danza macabra que habría de cobrarse cientos de vidas en apenas 48h. La Solución final palestina como colofón a la Operación Paz para Galilea, en la que el reparto de responsabilidades se hizo “indirectamente” según la dinámica de los círculos concéntricos de información.
Un ritmo de ¾ perfecto, al son del que contoneó la cabeza buena parte de los valedores internacionales mientras unos pocos clamaban al cielo: “Aina al arab!”, ¡Dónde están los árabes!.

V de Viagra
Tamara Chandler Batista

¿Es un documental o un falso documental (mockumentary)? Ésta es la pregunta que nos estamos haciendo durante gran parte del filme. A pesar de ello, se ve claramente como se mezclan escenas que parecen reales, sobre todo las rodadas en la calle, con otras escenas que parecen preparadas o bien controladas en su defecto (algunas entrevistas con sus Ex). Hace que el público se plantee si está viendo un documental real (con todo lo real que puede llegar a ser un documental) o una comedia realista. El que se catalogue a sí mismo como “director independiente” nos da cierta idea de lo que hace: películas con cierto aspecto independiente, cámara en mano, escenarios naturales, etc. Pero también en la trama. Esto también se ve en sus trabajos anteriores: Heavy Metal Jr. (2005) o la serie Fur TV (2004, 2008).

Documenta una terapia personal que empieza al dejarle su última novia y darse cuenta de que todas sus ex-novias han hecho lo mismo. Chris sale en busca de una respuesta para el estado ruinoso de su vida sexual. Para ello entrevista a muchas de sus antiguas novias, algunas reales y otras actrices por razones legales. En esta odisea, descubre un problema psicológico, un problema de “retraso” emocional y un problema físico. Se veía venir desde el inicio que no había superado su relación con Vicky su “grand amour”. En este sentido es un filme bastante predecible, tanto en su relación con Vicky, como en su encuentro con Alex. Prácticamente es su problema con Vicky lo que vertebra el filme, culminando en una auto-evaluación sobre su relación con ésta y superándola para poder continuar con su vida, como hace con su última relación. Para él funciona como una terapia más barata que el Viagra, la acupuntura o dieciocho meses de terapia psicosexual.

Lo peor de todo es que al final lo consigue. Quizá sea el antihéroe mas heroico que exista. En su determinación para “curarse” de su patetismo, hace al espectador sentirse mejor consigo mismo. Chris Waitt se ha creado un personaje antihéroe, convirtiéndose así en otro personaje del underground inglés. Se le podría conocer como “V de Viagra”, ya que se construye un personaje con un problema de base: la disfunción eréctil, que lejos de enmascararla u ocultarla hace como Pelé o Hugh Heffner.

Éste joven director inglés se puede relacionar con otros personajes que desarrollan lo introspectivo y confesional en su cine, Woody Allen o Jim Jarmusch, aunque en un tono más cómico e irreal, aunque también en otras artes como el dibujante de cómics Robert Crumb o el escritor Charles Bukowski.

Luces, cámara, amor
Candela Armas Acosta

Almodóvar abre nuevamente las puertas de su universo particular. Se nos muestra como un director brillante capaz de realizar melodramas sin dejar de lado ese punto de locura que caracteriza todas sus producciones.

Harry Kaine es el apodo de Mateo Blanco, eje conductor de la película. Enamorado de Lena, actriz venida a menos y pareja de Ernesto Martel, un hombre celoso, posesivo y pieza fundamental en la trama. A partir de este trío amoroso se desencadena una historia apasionante con reminiscencias al género negro que, sin embargo, en la catarsis final no está tan desarrollada y el peso de la balanza recae sobre los actores.

Sale así a la luz un filme donde todos y cada uno de los detalles esta cuidados con minuciosidad. No se puede reprochar nada a su puesta en escena, perfecta para diferenciar los dos escenarios principales: Madrid y Lanzarote. De igual modo alabable es el trabajo de dos de las mujeres Almodóvar: Penélope Cruz, más comedida que nunca, y Blanca Portillo. En general la película es un alarde técnico, compositivo y de interpretación que reafirman al director como uno de los mejores de este país.

Desde un segundo plano y de forma subliminal hay un carácter autobiográfico en el largometraje. Almodóvar toma la piel del protagonista para mostrarse ante todo como una director que ama su trabajo. Así como Mateo cierra una etapa de su vida estrenando la verdadera “chicas y maletas”, el director hace un guiño fabuloso a “mujeres al borde de un ataque de nervios” donde entra en escena Carmen Machi quien remata la historia con el carácter ordinario pero orgulloso de toda chica Almodóvar que se precie.

Los abrazos rotos (2009) es una historia de amor truncada por los celos y la envidia, pero también un canto a la superación. Y un guiño de Pedro a aquellos que cuando se encienden las luces y las cámaras aman aquello que hacen.
Famara
Laura C. Fariña Fariña

Contrastes: la esencia de un paisaje polvoriento y desolado, pero al mismo tiempo mágico y enigmático como lo es el de la isla de Lanzarote, se contrapone al ambiente cosmopolita de Madrid, siempre aderezado con una pizca de prisa, de gran ciudad en la que se desarrolla la vida, en el caso de Lena (Penélope Cruz) una vida de la que escapar, huir de un hombre al que no ama y al que sólo le une el agradecimiento de haberla ayudado en una tragedia familiar.

Los abrazos rotos (2009) son los abrazos truncados de una pareja; son la envidia, los celos y la posesión de un amante frustrado. Pedro Almodóvar nos demuestra, al más puro estilo de su cine, que sigue en plena forma con una película que mantiene al público expectante, porque nunca se adivina que puede pasar después. Los giros inesperados que da la cinta son la particularidad de la misma, ya que tan pronto se vive un momento de liberación y sentido común como se asiste a reacciones incomprensibles por parte de los personajes. Todo ello dota esta película de un ritmo y un atractivo que falta muchas veces en las producciones españolas más actuales, más pendientes de emular las realizaciones extranjeras. Esto contribuye a reafirmar a su director en la categoría de un autor que se mueve como pez en el agua en sus trabajos, en los cuales lo da todo de sí mismo.

Los recuerdos son el hilo conductor de la película. Toda ella, regada por una espectacular banda sonora a base de cuerdas donde prima el dulce pero grave sonido del violonchelo, se desarrolla a partir de las amargas evocaciones de Mateo/Brian, un guionista y director de cine que perdió en un accidente de coche la vista, y al amor de su vida. El universo de Almodóvar es aquí, una vez más, de colores chillones y situaciones surrealistas que se mezclan hábilmente con el drama más desgarrador. La culpa, el desencanto y el afán de superación se dan cita en este filme, en el cual seguimos a Mateo en su lucha por enterrar a sus viejos fantasmas entre la arena de la playa de Famara y hacer justicia por su amor, un amor que se huele en el mar del Atlántico, y que vuelve cada verano con la brisa del Alisio.
Mármol griego
Iván García Sosa

Poseer a una persona completamente es imposible, porque las personas no tienen dueño, ni siquiera el amor es un título de propiedad. Tan sólo es un sentimiento del que nunca se sabe muy bien hasta que punto es correspondido, o si obedece a otras circunstancias como el interés o la soledad.

“Los Abrazos Rotos” (2009) es la última película de Pedro Almodóvar. Un drama cotidiano, una historia de amor entre un director de cine y la actriz protagonista de su película, amante de un rico empresario a quien estaba unida por interés, ya que por él pudo atender a su padre enfermo sin recurrir a la prostitución.

En esta ocasión, Almodóvar ha conjugado en una misma cinta un homenaje a la mujer maltratada y al cine dentro del cine. Sin embargo, y a pesar de los continuos guiños a su propia filmografía, como “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, y otras películas emblemáticas como “Persona” de Ingmar Bergman, el filme resulta un tanto frío, falto de emoción. En él se distinguen de forma clara los rasgos estilísticos del director, como una puesta en escena cromática, rica en luz y en color, con planos de detalles muy elocuentes, amplios movimientos de cámara, un montaje inteligente y un trabajo de interpretación impecable.

No faltaron elementos típicos de su cine, como los pasos de tacón alto, los grandes planos-secuencias, una fotografía que engloba a varios personajes, y otros recursos que profundizan en la psicología de ellos, tan bien construidos como siempre. Ingredientes todos ellos a priori convincentes para una gran película, quedándose tan sólo en la segunda línea, en la carencia de emoción, sin una sensación de plenitud. Una obra de arte tan canónica y bien ejecutada como una escultura de Policleto o de Cánova, y a la vez tan insulsa y helada como un mármol griego.

Críticas: "Blindness"


En Blanco
Alicia Rodríguez Ortíz

Los ocasionales fundidos en negro y blanco introducen al espectador en la angustiosa situación de perder la visión repentinamente y sin motivo aparente. Poco a poco y sin ningún problema ocular que justifique la extraña “epidemia” de ceguera, la población se ve contagiada de esta enfermedad inusual, entrando con ello en un caos físico y espiritual.

Basada en la obra de Saramago, A ciegas (2008), centra su atención en el primer grupo afectado por esta extraña enfermedad. Diferentes personajes, aparentemente sin nada en común, se ven recluidos en cuarentena a la espera de la solución del problema. Aislados, olvidados, hambrientos y sumidos en un mar blanco del que no pueden escapar, se ven inmersos en una situación totalmente desconocida y autárquica en donde no importan los nombres, profesiones o estratos sociales que desempeñaban, lo importante es salir de esa situación.

A través de un lenguaje visual cargado de primeros planos, imágenes desenfocadas y ausencias de color, se intenta transmitir al espectador la sensación que viven los protagonistas, traspasando fuera de la pantalla el ambiente de terror y desconcierto en el que se encuentran los personajes. Es destacable de igual manera, el desarrollo rítmico con el que dota Fernando Meirelles al film, ajustándose fielmente y en dos horas al texto modelo.

Paradójicamente, la única persona que no logra perder la visión es la esposa de un oculista que por el contrario sí lo ha hecho, la cual, a pesar de contar con el anhelo de los demás, se encuentra sin rumbo, en blanco ante la desconcertante situación, convirtiéndose, irónicamente en guía de los demás.
Ceguera voluntaria
Mirosely Zamora Gutierrez

A ciegas (2009) un filme basado en la novela de José Saramago “Ensayo sobre una Ceguera”, nos adentra en una sociedad que, sin saber el porqué, progresivamente va perdiendo la visión, produciéndose un desconcierto generalizado.

Ante lo desconocido el confinamiento de las masas en una especie de campo de concentración, donde todas las reglas “morales correctas” van paulatinamente desapareciendo consecuencia de la desesperación, del no saber que hacer, de la pérdida del control. Como resultado el caos total.
La película nos representa magistralmente a un colectivo y no a un individuo. Aunque algunos personajes despuntan como protagonistas, nunca se ahonda en su psiquis personal sino en una unidad social reflejada, en este caso, en un pequeño núcleo de habitantes enclaustrados y llevados a los limites de su realidad habitual.

Técnicamente, el largometraje, nos hipnotiza con colores como el azul y el gris; con escenas borrosas y otras en las que la oscuridad o una intensa luz blanca nos hace forzar la vista para distinguir las imágenes. Nosotros también nos estamos quedando ciegos.
El único personaje de la película que ve (interpretado por Julianne Moore) lo podríamos considerar como el reflejo de nuestro subconsciente; nos muestra a lo que puede llegar una sociedad que voluntariamente se venda los ojos. Padecemos de una grave enfermedad y que carecemos de cura. Sufrimos una ceguera voluntaria; no vemos, pero tampoco somos vistos.
Blanco sobre blanco
Vanessa Rosa Serafín

Quedarse en blanco. Tropezar con el bordillo de la acera. Extender las manos en el vacío. Sentir que la desorientación lo inunda todo.

En un mundo ciego, y a ciegas, conservar la visión se convierte de bendición a castigo. No es más que un camino solitario en el que el aislamiento está garantizado. El mundo ya no es el mundo, el hombre ya no es hombre. Ni le importa. Sin visión no hay horror. Así la sufrida protagonista es el único testigo de la degradación humana. La vista perdida se proclama como metáfora del orden, la limpieza y la moral. Cuando todo esto desaparece los instintos más bajos del ser humano afloran como la maleza. Ya lo reflejó con la misma crudeza Meirelles en Ciudad de Dios. La desesperación atrapa al espectador desde el comienzo, tal y como si se tratase de esta repentina epidemia. Hasta las imágenes religiosas tapan sus ojos inciertos ante el drama.

De forma horrible se expresa la impotencia, la vida entre luces y sombras, a través de los planos subjetivos, en los que reina el sonido y la congoja a partes iguales. Geniales son algunos detalles, como la referencia a Stevie Wonder, o la sugerente paradoja del ciego disparando, cámara fotográfica en mano.

La importancia de esta reflexión no radica en lo que sucede cuando la sociedad se sume de lleno en el caos, las acciones deplorables de las que es capaz el ser humano, sino en el hecho de que el espectador se solidariza con la protagonista, porque sólo ellos pueden ver el espanto. Sin marcar esta diferencia que se antoja casi como la frontera entre el bien y el mal, entre en cielo e infierno, entre luz y sombra, no existe película, no hay historia que contar. Julianne Moore es el único anclaje con la realidad perdida. Sólo cuando ésta se recupera, simbolizada con el hogar, la seguridad, y los valores como el amor y el reencuentro, puede la ceguera evaporarse; tan inesperadamente como llegó.

A ciegas (2008) es una experiencia en la que el espectador se encuentra como atrapado en una obra de Malevich, la filosofía de Saramago y la dura poesía de Meirelles. Es ese el mismo espectador que, al encenderse las luces de la sala, respira aliviado luciendo una media sonrisa, y ladea su mirada reconociendo al desconocido compañero de butaca.